#RelatosEfímeros: Un mar de letras.



Un mar de letras.


A lo lejos, torre blanca, fachada de iglesia. En la calle, puertas de cristal, centro comercial o cine. Arriba, un cuadro con una especie de “s” mayúscula inclinada, atravesada por una línea horizontal, acompañados por una “c” en un quina superior y una “e” en otra esquina inferior. Al lado, palabras en bronce, “Centro Cultural Bella Época”.
Soy un empleado, uno de muchos más que tiene la librería, algo que me hace diferente es tal vez el candoroso amor con el que atiendo a los que visitan el centro cultural. Para mí es un empleo temporal, por qué mi sueño es convertirme en un prestigioso escritor. 
Soy un joven muy dedicado que vive únicamente con su madre. Mi padre perdió la vida junto con mi hermano en un accidente automovilístico por culpa del alcohol. El semáforo se puso en verde, mi padre levanto el freno y piso el acelerador, cuando de la nada sale una camioneta.

—Hola buenas tardes, mi nombre es Carla. ¿Puedo hacerte unas preguntas?
—Hola, el mío es Luis. ¡Si! Pregunta— a de querer salir conmigo, pensé.
—¿Qué servicios ofrece el centro cultura?, ¿Qué áreas la conforman? Y ¿Qué eventos se realizan aquí y con que periodicidad?

Decepcionado al ver que no le interesaba en lo más mínimo, me quede pensando y  comencé a imaginar. Desde el primer momento en el que uno cruza la puerta, al ingresar. A la vista es algo impresionante, decenas de estantes repletos de libros, acompañado con el olor a libro nuevo, que se distingue en cualquier librería. Probablemente es solo mi emoción de trabajar aquí. Todo el tiempo estoy pensando historias. En mi tiempo libre, siempre voy a la cafetería que se encuentra en el centro cultural, ya sea para escribir o a leer. 
Además, algo que hace única a la librería “Rosario Castellanos”, que fue nombrada en honor a la poeta y escritora del siglo XX, es su techo de cristal con rayas de cebra, que ilumina a centenas de miles de libros. El área de libros está dividida, con enormes letreros rectangulares de color negro y letras grises: literatura, economía, psicología, filosofía, derecho, ciencia, por mencionar algunas. También, al fondo por decirlo así, no menos importante, un espacio para periódicos, revistas y libros de arte.
Me emociona ver que aún hay personas que les interesa la lectura, sobre todo, a los niños que tienen un área especial, en la que pueden leer un cuento acostados sobre un esponjoso cojín. Por si fuera poco, una sala de exposición para fotografías, pinturas, etcétera. Y un programa  para toda la familia donde les cuentan cuentos, todos los sábados. 
Un espacio único, que siempre estuvo envuelto en la cultura, ya que, antes de se convirtiera en un centro cultural, el edificio fue el cine Lido, qué, en 1942 exhibió su primera cinta cinematográfica. Y en 2003, fue adquirido por el Fondo de Cultura Económica, y así nació el centro cultural. Un lugar de mucha concurrencia, que impregna a cualquier individuo amante o no de la lectura, con sofás para aquel que así lo desee, pueda sentarse a disfrutar de la lectura de cualquier libro que sea de su interés. 

—Lo siento, creí que buscabas algún libro. Te recomiendo que recorras el lugar. Perdón— para que juegas con mis sentimientos, pensé.

Sin darle tiempo para responderme, me fui del lugar. Caray podría ser un buen  guía de turistas, aquí en la librería, ¡ya me vi!, ya me vi. Salí del trabajo, muy agotado, quería ya estar en mi casa, lo más rápido posible para poder acostarme en el sillón y mirar televisión, pero es imposible llegar temprano, a esa hora la línea tres del Metro está llena, sobre todo, con dirección hacia indios verdes. Cuando llegué a casa, estaba mi madre en la sala, con  cara de tristeza, además, con lo ojos rojos e hinchados de tanto llorar. Corrí a dónde estaba ella, dejando caer mi mochila al suelo.

—¿Qué tienes mamá?, ¿qué pasó?— dije, desconcertado.
—Tengo cancer y es avanzado. Los doctores me dan un año de vida y eso es mucho— entre lágrimas y abrazándome, me dijo.
—No me quiero quedar solo, si mueres me muero, ¿qué voy hacer?— llorando, dije.

Al día siguiente, no quería ir a trabajar, quería quedarme con ella, aprovechar todo el tiempo, antes de que suceda. Ella no quizo que me quedara, diciéndome, “no pasa nada, para cuando vuelva yo aún estaré aquí, recuerda que de tal palo tal astilla”. Comencé a buscar editoriales, en las que con algo de suerte, les gusten mis textos, con esto podría ver mi madre, que estoy iniciando mi carrera de escritor.
Comencé a investigar con amigos, a preguntar con los encargados del centro cultural, para saber en qué editoriales podría ir a tocar la puerta. Un amigo me dijo que “Cátedra y Herder”, investigué, solo se especializa en clásicos literarios y obras de humanidades y la editorial Herder, sin embargo, se especializa más en obras filosóficas, de psicología, entre otras. Entre tanto buscar encontré a dos que me interesaron mucho. La primera opción sería Tusquets, que se especializa en textos narrativos y de poesía,  es lo que me interesa más. En segundo lugar, está Valdemar, que su fuerte son la obras clásicas de narrativa gótica, literatura fantástica y de terror.
No sé cómo empezar, no sé qué escribir, sentado en el escritorio frente a la computadora, pienso muchas historias de cómo termino mi texto y lo llevó a la editorial. Después de varias semanas, me llaman y dicen: “nos gustó tu texto, queremos publicarlo, necesitamos que vengas a las oficinas”. O quizás, todo lo contrario, esperar impacientemente con el celular en la mano y, que nunca me llamen.

—¿Cómo te va en él trabajo?—exclamó mi madre.
—¿!Qué¡?, ¡ah! El trabajo, pedí unos días— sin dar más explicaciones.
—Pero, sí a ti te gusta tu trabajo, siempre me describes el lugar y lo que te sucedió en el día.
—¡Claro!— pensé.

A lo lejos, torre blanca, fachada de iglesia. En la calle, puertas de cristal, centro comercial o cine. Arriba, un cuadro, con una especie de “s” mayúscula inclinada, atravesada por una línea horizontal, acompañados por una “c” en un quina superior y una “e” en otra esquina inferior. Al lado, palabras en bronce, “Centro Cultural Bella Época”.
















  

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