Campestre Churubusco






[ Por José Carlos Vilchis Fraustro ]

En la colonia Campestre Churubusco existen unos parques públicos que atraviesan desde Río Churubusco hasta Calzada Taxqueña, en la CDMX. Son importantes en mi biografía personal porque ahí sucedieron varios eventos que pertenecen a lo mas preciado de mis recuerdos, desde el punto de vista emocional y profesional.

En esa colonia estudié la preparatoria en el CEDART “Diego Rivera”, cosa que definió mi gusto por las Artes y las Humanidades. De hecho, estudié teatro, música, danza, artes plásticas y literatura. Es en los parques en donde ejercitábamos lo que aprendíamos en las clases: los vecinos veían una parvada de adolescentes ensayando, pintando, escribiendo. Ahí están mis primeros recuerdos haciendo mis primeras notas y textos.

Los parques fueron escenario para ensayos teatrales: Antígona entre columpios y resbaladillas, Esperando a Godot en una banca de concreto y un árbol, Calígula en una fuente seca y olvidada por la delegación, Romeo y Julieta se decían su amor entre arbustos y vendedores de merengues y chicharrones. Nuca faltaron los cigarros Alitas, Delicados o Gratos mentolados, refresco y un poco de ron barato metido en los envases.

Esos parques fueron lugar para el amor. Me recuerdo declarando mis deseos y despidiéndome de mis primeros amores, ahora perdidos, pero siendo claras luces en el tiempo. Me recuerdo escuchando This Year's Love de David Gray, mientras en silencio y mirando el vuelo suave de las semillas en el aire, mi mujer y yo abríamos un libro. Los rayos del sol bajaban de los árboles y me dejaban esa imagen para siempre.

Lugares para el absurdo; recuerdo de manera demencial que una vez, completamente pacheco, con mi amigo el Gordo, intentábamos que se nos bajara el efecto. Sentados bajo un árbol cayó una chica. El Gordo y yo abrimos los ojos desmesuradamente. Cayó otra. Y otra. Se reían, saludaban y se iban. “Un árbol que da mujeres” “no mames, ja, ja”. Después supimos que ellas andaban fumando arriba del árbol, y su viaje fue “no mames, a los árboles les salen güeyes de las raíces, ja, ja”.

Por último, esos parques largos, que ocupan cada uno una cuadra completa, también son muy tenebrosos de noche. Están rodeados de casas muy grandes y muy pocas tiendas o lugares que necesitan concurrencia. Las veces que los recorrí de noche, pensé que me saldría el Jinete sin Cabeza. Pero esa es otra historia, y la contaré después, cuando esta pandemia nos deje saber si recuerdos como estos volverán a darse…

José Carlos Vilchis Fraustro

Es escritor y filólogo hispánico por la UAM Iztapalapa y por la FFyL de la UNAM. 
Es profesor investigador de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) y fundador del Grupo Interdisciplinario de Investigación en Humanidades de la UACM. 
Candidato a investigador por el SNI, hace investigación de oralidad, escritura y modelos narratológicos y culturales, además de literatura medieval


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